El 29 de abril de 2003 la Lic. Patricia Chialvo trabajaba en la Dirección de Acción Social de la Municipalidad de Santa Fe. A 10 años de la catástrofe hídrica nos cuenta su experiencia y reflexiona acerca de la importancia de los trabajadores sociales en la asistencia a los damnificados.
Desde el mes de marzo de 2003 la ciudad ya venía sufriendo inundaciones en algunos barrios por lluvias intensas. Por eso, el grupo de profesionales de la Municipalidad ya estaba trabajando en la evacuación y asistencia a las familias afectadas.
En la última semana de abril, a las intensas lluvias se sumó la gran crecida del Río Salado por el cordón oeste de la ciudad de Santa Fe, cuyo nivel pasó de sus habituales 2,50 o 3 metros a 9 metros. El 27 de abril barrios del noroeste de la ciudad se comenzaron a inundar como no se tenían registros anteriores. Cuando la masa de agua llegó al primer puente de acceso a la ciudad ubicado en la autopista Santa Fe – Rosario el agua se acumuló en el “ojo” del puente, presionando en las defensas que se rompieron y de esa manera el caudal de agua tomo efecto de una gran ola que invadió por la zona oeste de la ciudad, avanzando hasta pocas cuadras del centro en forma muy violenta. Ante ste panorama, las personas afectadas solo podían atinar a evacuarse para salvar sus vidas. Todo ocurrió sin avisos, no hubo voces de alarma ni de prevención, sorprendiendo a toda la ciudad, al punto que nos sentíamos todos en estado de shock.
¿Cuál fue el accionar de los trabajadores sociales nucleados en la municipalidad al momento de la catástrofe?
El 28 de abril de 2003 la Dirección de Acción Social convocó a todo su personal con las siguientes consignas:
– Recibir en los Centros de Evacuados que se iban abriendo a las familias afectadas por la inundación de varios barrios de la zona norte de la ciudad y de la vecina ciudad de Recreo.
– Organizar los mismos, tomar los datos de los miembros de las familias, gestionar recursos, organizar el funcionamiento de la cocina, baños y limpieza de los centros.
– Coordinar con otras instituciones (Salud, Educación, Seguridad) para una atención integral de los afectados.
Al declarar el estado de emergencia, tanto a nivel provincial como municipal, llegaron expertos del Ministerio del Interior de la Nación y con ellos una nueva organización del trabajo. El 31 de abril, a partir de convocar a trabajadoras sociales del ámbito municipal y provincial, se dio una nueva modalidad de intervención.
A medida que el tiempo transcurría, y evaluando la dimensión de la situación que se vivía, las autoridades constituyeron en un comité de crisis que funciona en el MAGIC (Ministerio de Agricultura, Ganadería, Industria y Comercio). El mismo tenía a su cargo el monitoreo de la situación en todos sus aspectos: salud, educación, acción social, seguridad, etc. Allí se concentraba la información que era presentada por los distintos equipos de trabajo: Ejército, Policías, Prefecturas, Hospitales, Escuelas. La ciudad se dividió en diez zonas, con dos profesionales de Trabajo Social a cargo de cada una (una provincial y otra municipal), quienes debieron visitar los Centros de Evacuados, recoger la información recolectada por los referentes institucionales (relevamiento de datos familiares) recepcionar las demandas (alimentos, medicamentos, artículos de limpieza, ropas, etc).
Por las mañanas los equipos salían a cada una de las zonas, visitando alrededor de diez centros de evacuados, y al mediodía se reunían en el MAGIC con la Coordinadora de dicho trabajo a fin de transmitir la información recogida. Luego, con lo informado, se organizaban los recursos y se los distribuía, tarea a cargo de otro equipo de trabajo.
Los dos primeros días participaron junto a nosotras personas voluntarias de las ciudades de Santa Fe y Paraná, siendo su actitud muy valiosa y comprometida con el sufrimiento de los afectados por la inundación. Pero luego comenzaron a existir problemas con los criterios de trabajo, cuestionando nuestro accionar y metodologías de trabajo. Por tal motivo, y una vez reunidas en el MAGIC, se decidió que la intervención sólo lo asumiría el equipo de profesionales, derivando a los Centros de Evacuados.
Patricia Chialvo también hizo una análisis respecto de los damnificados
La población afectada fue de una gran heterogeneidad. Sectores medios, profesionales, empleados de creciente deterioro económico y un gran sector vulnerable asentados en terrenos inundables, loteados por el municipio y que hoy se considera como zonas de alto riesgo e inhabitable, y otros terrenos no aptos para su ocupación (reservorios naturales) en donde los vecinos se asentaron por inacción del Estado.
Dada la magnitud del desastre se vio afectada totalmente la vida cotidiana de la ciudad, tanto las actividades de la Administración Pública y Privada, escuelas, comercios, industrias, colapsando el normal suministro de servicios, red de agua potable, red de energía eléctrica, teléfono, transporte urbano, recolección de residuos, puentes y rutas de acceso a la ciudad, lo que provocó que por un momento quede aislada con el resto de la provincia. Desde esta complejidad se da la intervención del Trabajo Social, en comienzo en forma desorganizada, con acciones espontáneas de contención, rescate, información y de asistencia.
Cuando comenzó el descenso de las aguas las intervenciones de focalizaron de la siguiente manera: primero el regreso a casa de las familias asentadas en Centros de Evacuados, organizando sus traslados y la entrega de kits de limpieza. En cada barrio funcionaron brigadas de saneamiento ambiental que se ocuparon de la limpieza de las calles. En segundo lugar, se realizó el traslado de las familias que perdieron sus viviendas a nuevos Centros de Evacuados. Con estas familias se continuó trabajando durante varios meses hasta que fueron reubicados en planes de viviendas. Además se conformó el Ente de la Reconstrucción donde funcionaron equipos de profesionales (trabajadores sociales, arquitectos y abogados) que trabajaron domiciliariamente durante tres años para determinar los daños sufridos en cada vivienda, lo que determinaba un resarcimiento económico que recibieron las familias afectadas. A esto se sumaron programas de natación, culturales y de saneamiento ambiental. Todos coordinados por trabajadores sociales.
¿Cómo evalúa el trabajo de los asistentes sociales de Santa Fe en la catástrofe?
La fortaleza de nuestra profesión basada en el trabajo territorial y en contacto directo con las personas afectadas, por un lado, y el rol protagónico y responsable asumido por cada una de las profesionales del Trabajo Social mereció el reconocimiento tanto local como a nivel nacional. A modo de anécdota, la coordinadora del Ministerio del Interior contaba que en el protocolo que tenían elaborado para intervenir en emergencias no incluían a trabajadores sociales en los equipos que trabajan. Agregó que a partir de la experiencia de trabajo en la ciudad de Santa Fe, incluirían trabajadores sociales.
¿Qué cambió después de esta experiencia?
En estos diez años ha habido intentos de gestionar el riesgo que nada ha cambiado en el panorama de los barrios de nuestra ciudad. Si hoy llovieran 500 milímetros como en el 2007, nos inundaríamos de la misma manera. La obra pública necesaria prácticamente no ha avanzado, los servicios públicos en los barrios vulnerables (zanjeo, desmalezamiento, tratamiento de los residuos) son insuficientes y en algunos casos no existen. Los intentos de planes de contingencia con la comunidad son aislados y sin continuidad.
¿Qué reflexión puede hacer de lo que le dejó la inundación en cuanto a experiencia profesional?
Podemos decir en principio el impacto de trabajar con en un momento tan dramático, pero a la vez ponerle el cuerpo, la cabeza y el trabajo (casi sin descanso) a la situación. Pero luego el planteo y la necesidad de pensar y planificar desde los diferentes estamentos del Estado, la gestión del riesgo y de la construcción social del Hábitat, como propuestas para prevenir las emergencias hídricas y pluviales.