“Día tras día se niega a los niños el derecho de ser niños. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, el mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, y a los del medio, a los que no son ni pobres ni ricos, el mundo los tiene bien atados a la pata del televisor para que desde muy temprano acepten como destino la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”.
Eduardo Galeano
Estamos en el mes del niño y los integrantes de la Comisión de Niñez y las representantes en el Consejo Provincial de N.N.A. del Colegio Profesional de Asistentes Sociales de la Provincia de Santa Fe (Primera Circunscripción), queremos invitarlos a reflexionar sobre este importante momento.
Es importante recordar que no siempre la infancia estuvo en el tintero, y que debieron suceder horrores mundiales para que los adultos empezaran a considerar la importancia de proteger especialmente esta etapa de desarrollo del ser humano.
Hagamos un ejercicio, tomémonos unos minutos y reflexionemos:
– ¿Por qué algunas niñas y niños no alcanzan a disfrutar de su niñez?
– ¿Por qué existe aún una amplia brecha entre el discurso legal respecto a los derechos de la infancia y la adolescencia, y muchas prácticas profesionales e institucionales?
– ¿Qué subyace realmente en la representación social que tenemos de la infancia?
– ¿Qué estamos dispuestos a modificar de nuestras concepciones, ideas y acciones -tanto en nuestro rol como profesionales como ciudadanos?
Una primera respuesta, tiene que ver con pensar que este nuevo mandato legal, este modo de entender la infancia, pone en cuestión el mundo adulto, porque pone en crisis la representación de los menores de edad para incorporar las nociones de autonomía progresiva, la cooperación y la asistencia, y la importancia de la democratización de las relaciones infancia-adolescencia y adultos.
Pensar a los niños y las niñas, y a los adolescentes como seres también políticos, incorporando a nuestra intervención profesional las perspectivas de género, la diversidad cultural, la multiplicidad de familia, nos interpela y nos desafía a pensar más integralmente el modo de intervenir. Sin dejar de mencionar también a otro actor, la importancia de las políticas públicas que desarrollan los gobiernos que actúan como posibilitadoras u obstaculizadoras de la menor o mayor concreción de esos derechos.
Reflexionar sobre la infancia y la adolescencia hoy, nos interpela de modo personal (en relación a nuestro grupo primario), nos interpela a nivel profesional en los qué, los cómo y los porqué de la intervención y nos desafía a nivel comunitario como integrantes de esta sociedad.
Ponernos en movimiento y animarnos a contestar estas y otras preguntas que surjan, tal vez permita descubrir cuándo y cuánto somos funcional -o no- a los sistemas establecidos y comencemos un movimiento transformador desde nosotros mismos en relación al vínculo que sostenemos con las niñas, los niños y las y los adolescentes en las instituciones donde nos desempeñamos profesionalmente (no excluyente a los ámbitos primarios donde circula la niñez y la adolescencia) y en la comunidad. Interpelación que también extendemos a otros actores sociales y políticos con quienes compartimos el mismo escenario.
En este sentido, e invitándolos como colectivo profesional a seguir reflexionando, problematizando, y capacitándonos para aportar desde nuestra profesión a promover a esta infancia como protagonista, nos gustaría finalizar con una frase de Humberto Maturana: “Los niños no son el futuro, son su propio futuro”. He aquí el desafío de construir un futuro más luminoso desde una infancia y adolescencia más democrática.