Por Lic. Marisa Guirado.
Pensar desde la profesión del Trabajo Social, es ubicarnos en los escenarios que se perfilan entre la integración-exclusión, lo micro y lo macro, lo singular y lo colectivo.
Indiscutiblemente, todos estos espacios son interpretados desde la perspectiva de los Derechos Humanos y la Justicia Social.
Quizás lo dicho hasta aquí cuenta con el consenso de los TS. Las divergencias comienzan cuando nos interpelamos respecto cómo, de que manera, con qué estrategias logramos el máximo respeto de los Derechos y la Justicia Social. Claro está que no somos ajenos a la misma realidad social en la que desplegamos nuestro profesionalismo. Es decir que aquellas categorías de la cuestión social que analizamos, problematizamos, también nos atraviesan como sujetos, como profesionales, trabajadores, como hombres y mujeres de esta contemporaneidad.
Entonces ¿qué propone el TS que lo distinga en su dimensión ético-política en este sentido?. En principio entender que siempre es posible una brecha por donde significar al otro y significarnos, aún en contextos adversos.
Es posible en tanto no dejemos de hacer cotidianamente presente los Derechos, ejercitemos la reflexibilidad constante en nuestras prácticas, entendiendo que las mimas no son ingenuas, ni objetivas.
Es posible si la alteridad le gana a lo protocolar y burocrático, sin negar esto último, pero entendiendo que los principios profesionales, los sujetos y sus situaciones son prioridad.
Es posible si expresamos nuestras opciones profesionales ante las múltiples divergencias que surgen por intereses políticos- institucionales, relaciones asimétricas de poder, que avasallan el legítimo derecho de los sujetos, exigiendo al TS. Un posicionamiento ético-profesional, idóneamente argumentado, siendo una voz autorizada para exclamar y reclamar ante las injusticias sociales.
En tiempos de inequidad y de incertidumbres frente a proyectos societales, es fundamental tener claro nuestro lugar como disciplina, estar atentos, salir de los sucuchos institucionales, de la supuesta seguridad que otorga la adhesión a los discursos hegemónicos.
Es puede ser posible si se produce conocimiento sobre la realidad social para ser compartido y debatido. Es posible si interpelamos nuestras prácticas para poder ser redireccionada, enriquecida. Será posible si nos animamos a juntarnos, sin prejuicio ideológicos, sin competencias por prestigio, por puestos de trabajo, por individualismo, por que en estas mezquindades perdemos la forma de los otros, de aquellos cuya situación de vulneración los aplasta tanto hasta ser invisibles.
Pensar en la justicia social, es una apuesta a percibirnos, sentirnos como colectivo profesional, como agrupación en la lucha constante por instalar, hacer efectivo los derechos humanos; juntarnos para unirnos e incorporar a los otros en la mima lucha.
LA JUSTICIA SOCIAL SE CONSTRUYE Y SE JUEGA CON EL OTRO
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