* Por Lic. Vanina Gómez. Presidenta del CPAS.
Sobre la necesidad de interrogarnos y generar nuevos diálogos en torno al Trabajo Social en el ámbito de la Salud Mental
El proceso de formación en el campo de la Salud Mental hoy implica caminos estratégicos, contemplando abordajes interpersonales, interdisciplinarios, multirreferenciales, intersectoriales, con una actitud para operar en equipos de intervención e investigación que permiten favorecer y potenciar la reflexión, análisis de ansiedades emergentes del espacio profesional, con el fin de sostener la salud de los profesionales vinculados a las diferentes áreas de intervención.
Por ello, en esta nueva gestión de conducción comenzamos el Ciclo de Capacitaciones con la II Jornada de Ateneo “Salud Mental, dispositivos alternativos y Trabajo Social” en un camino que requiere abrirnos a una apertura de comprensión de nuevas conductas, invitar a interrogarnos como sujetos de crisis y profundizar en el conocimiento de signos y tendencias, con la potencial direccionalidad del cambio social y subjetivo como operadores de la salud, con requerimientos éticos y profesionales, así como las líneas de crecimiento y desarrollo para trabajar aspectos de la realidad y en consecuencia de la salud mental; un proceso el cual nos permita establecer intercambios de experiencias desde diferentes quehaceres profesionales específicos en sus diferentes enfoques.
H. Fefubre hablaba de “profundidad sin misterio de la vida cotidiana”[1], una profundidad que genera condiciones de aprendizajes sociales, abriendo un potencial espacio a la búsqueda y descubrimiento de caminos alternativos, como generadores de realidades, coordinando acciones, permitiéndonos preguntarnos, proponer y soltar interpretaciones, facilitar la creatividad individual y colectiva. Estas capacidades productivas y transformadoras se desarrollan creando nuevas redes sociales, modalidades innovadoras de articulación del hacer, pensar y sentir. Estas nuevas formas constituyen a experiencias creativas y eficaces de prácticas sociales y políticas.
En este sentido como diría Ana Quiroga “… al desorganizarse una visión instituida del mundo, se abre una mayor oportunidad a la conciencia critica, al análisis del revés de la trama de esa cotidianidad”[2]
La Salud Mental como proceso y como representación social, es una construcción social de encuadres o ejes coherentizadores de políticas, operaciones técnicas y elaboraciones teóricas que como lo afirma Pichon Riviere “la elaboración de un criterio de salud mental es a nuestro juicio el punto de partida posible y necesario para analizar y evaluar, tanto las estructuras asistenciales y las situaciones institucionales como los puntos de influencia en esas estructuras o situaciones”[3]
Estas nuevas y complejas tramas sociales muestran la necesidad de generar nuevos diálogos entre diferentes espacios de saber desde los profesionales, las acciones políticas de Ministerios, Municipios y Nodo, delineando nuevos horizontes de intervención y respondiendo en su conjunto a las nuevas formas de demandas relacionadas con la salud mental desde el padecimiento subjetivo no solo del Sujeto con quien intervenimos sino también del Sujeto profesional en sus propias prácticas profesionales.