por Norberto Alayón
Lic. en Trabajo Social. Profesor de la Carrera de Trabajo Social de la UBA.
El título que reciben los agentes de una determinada profesión no expresa todo acerca de su quehacer y significado, pero la adopción de una u otra denominación es igualmente indicativa de ciertas orientaciones, tendencias y posicionamientos acerca de su labor, funciones y objeto. Las denominaciones no idénticas para una misma profesión, como se registra en el campo del Trabajo Social, dan cuenta de un proceso histórico interesante de revisiones y redefiniciones que se fueron produciendo a partir del cuestionamiento de sus prácticas en el abordaje de la cuestión social.
¿Cómo nos denominamos quienes representamos a esta profesión? La profesión es ¿Servicio Social o Trabajo Social? Sus agentes son ¿asistentes sociales o trabajadores sociales? O bien: ¿asistentes sociales y trabajadores sociales son lo mismo y cumplen las mismas funciones en los diferentes ámbitos institucionales?
Tradicionalmente, en Argentina, las carreras o escuelas de Asistencia Social formaron a los asistentes sociales. Más tarde las escuelas o institutos de Servicio Social titularon trabajadores sociales, pero también asistentes sociales. Los centros académicos universitarios, públicos y privados, formaron asistentes sociales y trabajadores sociales; y también licenciados en Servicio Social y licenciados en Trabajo Social y doctores en Servicio Social y, más recientemente, en Trabajo Social.
Los centros de formación que adoptaron el nombre de Asistencia Social, graduaron -en correlato con su denominación- a asistentes sociales, pero no a trabajadores sociales. Los centros que impulsaron el nombre de Servicio Social no graduaron a servidores sociales, pero sí, indistintamente, a asistentes sociales y a trabajadores sociales. Los centros que asumieron la denominación de Trabajo Social graduaron exclusivamente a trabajadores sociales.
Actualmente, en la gran mayoría de las universidades públicas se ha adoptado el término Trabajo Social para denominar la carrera. No obstante, por ejemplo, hay casos como el de la Universidad Nacional del Comahue, en donde en sus dos sedes (General Roca, Río Negro y Neuquén) se cursa la Licenciatura en Servicio Social, dependiente de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. O en la Universidad Nacional de Mar del Plata donde también se cursa una Licenciatura en Servicio Social, con la particularidad además de que dicha licenciatura depende de la Facultad de Ciencias de la Salud y Servicio Social.
Por su parte, universidades privadas como la del Museo Social Argentino, del Salvador, John F. Kennedy, Morón, mantienen la denominación de Servicio Social, al igual que otras carreras de carácter terciario que dependen de obispados y ministerios provinciales.
En el espacio de la formación profesional, además de esta diversidad de denominaciones y títulos, se registran distintas estructuras académicas (Carreras, Departamentos, Institutos, Facultades) y también variadas dependencias funcionales (de universidades, ministerios, obispados). Particularmente en las instituciones de carácter público, la denominación de Trabajo Social y trabajador social ha venido ganando preponderancia en relación a la de Servicio Social y a la de asistente social.
Asimismo, cabe mencionar que existe una Federación Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social (FAUATS), aunque no todos los centros de formación integran esta Federación de carácter nacional.
En cuanto a las organizaciones de carácter gremial, observamos que las denominaciones que asumen quienes integran la Federación Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicio Social (FAAPSS), la cual adoptó para sí el término “Servicio Social”, expresan -a la vez- esta heterogeneidad.
En principio, resulta ilustrativo señalar que de las 24 organizaciones regionales que componen la FAAPSS se reconocen como Consejos: 5 (CABA, Formosa, La Pampa, La Rioja y Santa Cruz); como Asociación: una (Mendoza); y las 18 restantes como Colegios.
Las denominaciones puntuales que adoptan dichas organizaciones son las siguientes:
Servicio Social o Trabajo Social: 4 (CABA, Salta, Tierra del Fuego y Tucumán).
Servicio Social: 7 (Chaco, Córdoba, Jujuy, Misiones, Neuquén, San Juan y San Luis).
Trabajo Social: 4 (Chubut, Santa Cruz, Santa Fe-2ª Circunscripción y Santiago del Estero).
Asistentes Sociales o Trabajadores Sociales: 1 (Provincia de Buenos Aires).
Asistentes Sociales: 7 (Catamarca, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, La Rioja, Río Negro y Santa Fe-1ª Circunscripción).
Trabajadores Sociales: 1 (Mendoza)
A esto debe agregarse el caso de la profesión en la provincia de Corrientes, donde en noviembre de 2012 se aprobó una ley que crea el Colegio de Trabajadores Sociales provincial. Podría añadirse también, seguramente entre otros tantos casos, la existencia en la ciudad de Lincoln, provincia de Buenos Aires de la Agrupación de Profesionales en Trabajo Social de Lincoln (APTSOL).
De vieja data (de la década de los 60 del siglo pasado) es la tensión y disputa por la denominación que debía asumir esta profesión y sus profesionales. El tiempo y una mayor y mejor objetivación de cierta esterilidad que generaban estas divergencias sobre aspectos tal vez secundarios, fueron acercando las posiciones y licuando las diferencias formales.
No obstante, en esas épocas, detrás de las discrepancias y desacuerdos (por sobre la banalidad de algunas argumentaciones) existió un fuerte conflicto y debate por la función, los objetivos, los aspectos metodológicos, que habrían de caracterizar a la profesión según las diversas posiciones. Cabe destacar que, en la actualidad, han perdido vigencia las discusiones conceptuales por la pertinencia de unas u otras denominaciones, pero no la capacidad de autorreflexión y revisión de su práctica en el interior de la profesión.
Como anécdota personal, recuerdo que hacia 1966 o 1967 quise afiliarme al Colegio de Asistentes Sociales que funcionaba en la ciudad de Buenos Aires, pero no fui admitido porque mi título era de trabajador social y dicha asociación sólo aceptada en su seno a los graduados con título de asistente social.
En abril-mayo de 1966, la Editorial ECRO de Buenos Aires publicó el número 7 de su revista “Hoy en el Servicio Social”. El editorial de dicha revista, firmado por el colega Alberto Dufour, se tituló “Asistentes y/o Trabajadores Sociales”, y en el mismo se despliegan diversas consideraciones y argumentaciones acerca de esta controversia que mantenían los profesionales de esa época. Dicha Revista, cuyo primer número data de diciembre 1964/enero 1965, mantuvo la denominación de Servicio Social hasta su número 19-20 de enero/marzo de 1971. A partir del número 21 (de julio de 1971) pasa a llamarse “Hoy en el Trabajo Social”, hasta el número 34 (el último), de diciembre de 1977.
Por su parte, la Editorial Hvmanitas también de Buenos Aires, publicó desde marzo de 1968 la revista “Selecciones del Social Work”, la cual pasó a denominarse “Selecciones de Servicio Social” a partir de su número 9, de marzo de 1970, manteniendo el mismo nombre hasta el número 36 (el último que se publicó), correspondiente al tercer cuatrimestre de 1978.
En el ámbito latinoamericano, en el año 1965 se fundó en Lima, Perú la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Servicio Social (ALAESS), la cual en 1977 en Santiago de los Caballeros, República Dominicana adoptó el término Trabajo Social y pasó a denominarse Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social (ALAETS). Finalmente, esta misma organización volvió a cambiar de nombre, en Santiago de Chile en el año 2006, transformándose en la actual Asociación Latinoamericana de Enseñanza e Investigación en Trabajo Social (ALAEITS).
En el espacio de las instituciones, suele predominar -aún hoy- la denominación de Servicio Social, por sobre la de Asistencia Social o Trabajo Social. En la invocación de la mayoría de la población, el nombre que prevalece es el de asistente social y no el de trabajador social. Inclusive todavía, en ocasiones, se hace referencia a este profesional como a “la Visitadora Social”. En los hospitales, en los tribunales, en las escuelas, en las municipalidades, existen -y como tal son claramente reconocidas e identificadas- la “oficina de Servicio Social”, o el “área de Servicio Social”, o directamente “el Servicio Social”. Son frecuentes las expresiones que se emplean en las instituciones, referidas -por ejemplo- a que “tiene que pasar primero por el Servicio Social”, o vaya a “la oficina de Servicio Social”.
En las normativas institucionales, en los llamados a concursos, en los formularios administrativos, con frecuencia se menciona la categoría “asistente social” y no “trabajador social”. Los profesionales de otras disciplinas, en particular los menos jóvenes, también suelen hacer referencia a la asistente social, aunque ello va tendiendo a ser modificado básicamente a partir de las nuevas generaciones.
Recientemente una alumna (Janina Nieto), de los primeros años de la Carrera de Trabajo Social de la UBA, me narró un episodio sumamente interesante. Conversando con una médica de un hospital de una Obra Social Sindical de la ciudad de Buenos Aires, ésta le pregunta qué estudiaba, y la alumna le contesta “Trabajo Social”. La médica le responde “asistente social” y Janina le vuelve a contestar “no, trabajadora social”, ante lo cual la médica la mira con grandes ojos de asombro y le dice «en el hospital donde yo trabajo las trabajadoras sociales son las prostitutas, porque cuando a ellas se les pregunta de qué trabajan, dicen «somos trabajadoras sociales». Mi alumna entonces me comenta, con cierta perplejidad: “la verdad sólo pensé y respondí que tendremos que buscar otro nombre; con ese estamos complicados…”.
La diversidad de denominaciones, ¿conspira contra una adecuada identificación y reconocimiento de nuestra profesión y de nosotros mismos como profesionales? Por cierto, hay que admitir que no es común que una misma profesión y sus agentes específicos tengan dos nombres: asistente social y trabajador social; y Servicio Social y Trabajo Social.
Probablemente para entender mejor las características y funciones de esta profesión resultará útil reconocer que el Trabajo Social termina siendo -en definitiva- lo que los trabajadores sociales o asistentes sociales hacemos concretamente en nuestras prácticas. Será importante también reparar en cómo “nos ve y cómo nos caracteriza y define” la sociedad y en particular los sectores sociales con los cuales trabajamos directamente, cotejando a la vez con nuestra propia percepción acerca de lo que es o debería ser la profesión.
Aspiramos a que estas breves consideraciones, de carácter general, puedan conducirnos a revisitar los procesos de institucionalización de la profesión, las diversas denominaciones en el transcurso de su historia, cómo se nos ubica y reconoce socialmente, cómo nos posicionamos y definimos nosotros mismos, y tal vez -también- puedan contribuir a reflexionar sobre nuestra propia identidad y función, en esta segunda década del siglo XXI.
Lic. Norberto Alayón