El término exclusión refiere a una degradación de una situación con respecto a su estado anterior y su aplicación se asocia más profundamente a las consecuencias de la globalización y el neoliberalismo en los sistemas de bienestar y del mercado de trabajo. Sin embargo, se usa indiscriminadamente para designar situaciones diversas distorsionando su sentido. Una misma situación es concebida como exclusión en sí misma sin analizar la trayectoria histórica y social de su construcción. Por eso, es necesario dar autonomía a cada situación considerada injusta o que produce exclusión y analizar cuáles fueron los rasgos constitutivos y cuál fue su trayectoria. Esto implica no considerar la situación como un efecto residual y atemporal, pero sí histórica y multidimensional.
La dimensión de la distribución – redistribuciones de bienes, ingresos y servicios, el develamiento de los procesos acumulativos de desventajas, deben estar presente en todo análisis de exclusión – inclusión, como así también en qué perspectivas epistemológicas se definen las problemáticas sociales y las propuestas de resolución. Asimismo, no puede estar ausente el concepto de cuestión social, concebida como las manifestaciones de desigualdades económicos, culturales, políticas, ideológicas. Dichas manifestaciones dan cuenta de la dinámica histórica y expresan contradicciones, disyuntivas y antagonismos del sistema capitalista y hegemónico.
En este marco, el eje trabajo continua siendo central en el análisis de la exclusión ya que incide tanto en las condiciones materiales de vida (vivienda, educación, salud, seguridad social), pero también en el de crecimiento personal, de relaciones sociales (de vínculos), de solidaridad, de pertenencia, de reconocimiento personal, de participación ciudadana.
Hablar de exclusión nos lleva inevitablemente a hablar de pobreza, entendida como condiciones de vida “insoportables”, no solo desde la perspectiva material (alimentación, vivienda, salud) sino también políticas, ideológicas, culturales , educativas, religiosas, raciales. Sin embargo, en general los aspectos materiales cuantificables son los utilizados metodológicamente para medir la calidad o niveles de vida de la población. Dentro de esta acepción, los indicadores tienen que ver con el consumo de bienes y el ingreso disponible para satisfacer esas necesidades y mantener un nivel de vida. De esta manera, no se incluye otro tipo de libertades para desarrollar o utilizar capacidades en pos de la satisfacción de necesidades: la posibilidad de participar, de elegir desde sus propias perspectivas y necesidades, no desde las propuestas de otros (ejemplo: un presupuesto participativo donde un ejecutivo propone elegir entre tres obras dispuestas y diseñadas por ellos y no surgidas desde las propuestas de la población involucrada).
El análisis del carácter procesual, multidimensional y preventivo de la exclusión implica:
- Entender a la exclusión como la resultante un proceso de acumulación de desventajas y de acumulación del capital, y que dichas desigualdades tienden a profundizarse cuando se enlazan con desigualdades previas y locales o regionales. Esas desigualdades afectan directamente el ejercicio de derechos especialmente los derechos sociales.
- El diseño de políticas que aborden la pobreza debe realizarse desde perspectivas ideológicas que consideren la universalización de beneficios, se propongan revertir la precarización e inestabilidad en el mercado de trabajo, revertir la estigmatización de espacios urbanos e incluir las nuevas dinámicas de organización familiar.
- Las políticas de inserción tendrán que ver con la movilización de nuevas tecnologías profesionales, diferentes métodos de acción social pero que garanticen una intervención que se adapte a las situaciones emergentes, construidas históricamente. Todo esto en un marco de definiciones políticas, ideológicas y epistemológicas.
Lic. Patricia Chialvo